La trayectoria de un piloto de competición puede medirse por los títulos conseguidos, las carreras ganadas o por las participaciones en las diferentes categorías de un mundial de motos. Barry Sheene se caracterizó por su carisma y su forma de vida, que unido a un gran palmarés acabó generando la figura de un mito.
La perspectiva actual de un mundo super profesionalizado proyecta cierta nostalgia hacia aquellas figuras que durante años rodaban por los circuitos dejando mucho más que buenos tiempos en el cronómetro.
Barry Sheene nació en Holborn, Londres, el 11 de septiembre de 1950 pero muchos lo identifican con Australia porque se trasladó a este país casi la mitad de su vida y es donde murió en el año 2003.
Actualmente, la gran cobertura mediática es capaz de hacer de cualquier personaje público una figura de moda en muy poco tiempo. En los años 70 y 80, labrarse la fama requería grandes dotes de simpatía y conexión con tu entorno de seguidores. La lectura es que quizás ahora sea más fácil llegar arriba, pero sin duda es más efímero. La gente olvida más rápidamente por la gran cantidad de estímulos que recibe a diario. Por eso es importante la figura de Barry Sheene, porque perdura a un alto nivel de recuerdo semejante a otras figuras, en este caso del automovilismo, como James Hunt, Emerson Fittipaldi o Ayrton Senna, con quienes compartió década.
Sheene compitió en las categorías de 50cc, 125cc, 250cc y 350cc. Fue campeón mundial de la categoría 500cc en 1976 y 1977, y siempre fue identificado con la marca Suzuki, aunque también corrió con Derbi y Yamaha.
Barry Sheene fue el primer piloto en tener un club de fans. De los primeros en decorar su casco con caricaturas, en este caso con el famoso Pato Donald, dibujo que se asociaba a él tan rápidamente como el número 7 al carenado de su moto. Sheene también fue el primero en implantar el reconocido gesto de los dos dedos en V como señal de victoria, actualmente adoptado como saludo entre los moteros.
El carisma de su personaje abarcaba todos los aspectos de su vida. Un gran vividor que congeniaba rápidamente con su ambiente y, por supuesto, un piloto valiente y rápido que nos rememora grandes duelos con su eterno rival Kenny Roberts, por quien lo reemplazó Suzuki.
Esta es la historia de un mundo que difícilmente volveremos a ver en los circuitos, donde lo importante era competir y ganar, pero lo perdurable era la actitud ante la vida.