El fading es un fenómeno que, si alguna vez lo has vivido, seguro que tu corazón lo ha reflejado en una incipiente taquicardia y es posible que lo recuerdes siempre.
El temido efecto fading es la pérdida de eficacia de los frenos.
¿Te imaginas ir bajando un camino con pendiente pronunciada y cuando decides frenar tu moto ni se inmuta? Además, oirás un chirrido agudo que contribuirá a tu estado de pánico. Llegado a este punto, debes conservar la calma en la medida de lo posible y accionar nuevamente el pedal tratando de bombear para diluir las burbujas que se han formado en el interior del mismo y concentrarte en la mejor trazada posible de acuerdo a la velocidad del momento.
El fading se produce en ocasiones porque la temperatura del líquido de frenos llega al punto de ebullición y genera burbujas. Al recorrer los latiguillos y llegar a la pinza de frenos, las burbujas hacen que los frenos no encuentren la resistencia correspondiente al empuje hidráulico de su acción, por lo que no se produce el efecto de frenado.
Esta pérdida en la eficacia de la frenada es el resultado de un uso intensivo del freno. Por ejemplo, ir pisando el pedal continuamente sin darle tiempo a su refrigeración, o un inadecuado mantenimiento del sistema.
Para evitar el tener que estar frenando continuamente, debemos utilizar el freno motor. Jugamos con las marchas para retener nuestra moto y así aliviar la presión sobre las pinzas y pastillas. Una mala conducción y la sobrecarga de la moto son combinaciones que incrementan la fatiga de los mismos.
El buen estado del líquido de frenos también es fundamental para evitar el fading. Nosotros recomendamos renovarlo cada año independientemente del uso del mismo. La revisión completa de los latiguillos de freno, la comprobación del efecto mordida de las pinzas y el buen estado de las pastillas de freno son comprobaciones que tampoco debemos pasar por alto.
En lo que respecta al disco de freno, normalmente no hay problemas graves, excepto si ha sufrido un golpe o una dilatación (alabeamiento).